«Había una vez una Princesa que vivía en un castillo de mazapán…» (Patrick Rothfuss, Las aventuras de la princesa y el señor Fu: la cosa de bajo la cama)
Antes que Disney transformara en algodón de azúcar las historias de Perrault y de los hermanos Grimm, los cuentos habituales eran ácidos y picantes, cornucopias de datos sórdidos y finales macabras; si debían morder para ocasionar impresión, lo hacían hasta el hueso, mordisqueando astillas y sorbiendo el muelle. Semeja que en el siglo XXI va a ver el renacer de estas oscuras historias, con Tim Burton soliviando los cines y Neil Gaiman las librerías. El último en sumarse a esta revolución de lo viejo fué Patrick Rothfuss (Wisconsin, 1973), que ganara el bingo de la fantasía con El nombre del viento, y que en este momento penetra en las estanterías reservadas a los libros ilustrados con un relato fallido entre el infantil y el macabro, en colaboración con su amigo dibujante Nate Taylor.
Mucho más información
Si tienes cualquier duda sobre los premios o el desempeño de Worldbuilders, puedes conocer su página de Fb, Twitter o su página web encargada de la campaña 2020.
Como puede ver, la campaña de Worldbuilders viene cargada de cosas atrayentes y ayudar con una aceptable causa jamás fue tan simple. Solamente diez dólares americanos tienen la posibilidad de contribuir a personas que verdaderamente lo precisan y te dejan ingresar en el sorteo para ganar fantásticos premios.
Reseña del libro “El ciervo y la sombra”, de Diego Ameixeiras
Leo en algún sitio que Diego Ameixeiras (Lausane, Suiza, 1976), tras 12 novelas, introduciendo -la que nos ocupa, siempre y en todo momento busca que se muestre “este aire de fatalidad, crepuscular y poético”. Y vaya si lo halla. No se me suceden tres mejores sustantivos para adjetivar su última novela, “El ciervo y la sombra”, ganadora del Premio Nacional de la Crítica en lengua gallega en 2021 y aparecida en 2022 en castellano.
Nos encontramos frente a una novela negra muy singular. Primero, por el hecho de que, por extensión (182 páginas) prácticamente se habla mucho más de una novela corta que una novela propiamente esa, y segundo pues, de negra, tiene, sí, estos tres sustantivos que, como entendemos bien los habituales al género, tan bien le caracterizan. Pero aquí no vamos a encontrar ninguna trama del tipo whodonit, quien lo logró, quién es el asesino, el ladrón o lo que sea, como tampoco hay ningún cadáver eviscerado y colgado de la Torre de Hércules o algún otro delito epatante, las mucho más de las ocasiones inverosímil, si bien tan de tendencia en los últimos tiempos. No hay un detective, un comisario, un policía, un detective, con un trauma y un pasado obscuro que no le deja vivir el presente con calma y que, además de esto, padece algún trastorno, algún síndrome, algún desequilibrio sensible que, si bien le nuble la razón y el comprensión, no obstante, triunfa en la consecución de sus propósitos, pues lo que jamás le falla (y de ahí que empatizamos tanto con él), es su increíble y también inamovible sentido de la justicia. No, no hay nada.