cazador del espacio aventuras en la zona prohibida han solo

El western ahora había cerrado un período. Los duelos entre gallards espadachines en castillos medievales ahora se percibían anacrónicos y los valientes corsarios en impresionantes galeones por el momento no pillaban mucho más en el océano de celuloide. La única zona pendiente para ser escrutada por las imprudentes proyecciones de nuestras fantasías colectivas era la vastidad del espacio, absoluta inmensidad de fachada yerma cuya predisposición virginal atrajo múltiples psiques creativas para satisfacerla de fértiles ideas que fecundarían un género cinematográfico menospreciado y minimizado por el adusto pensamiento académico pero fundamental en la activación y enriquecimiento de nuestro imaginario: la ciencia ficción, el espectáculo de la especulación científica que embelesa con la procesión de constructores culturales transfigurados para los niveles galácticos correctos y también inspirando avance visual de hipotéticas o incomprensibles maneras de vida. Manantial de historias distintas y armonización de categorías narrativas anteriores, este género potencializa las características lúdicas del pensamiento humano mediante la conjeturación que alienta lo irreconocible, improbable y que se vió traducido en invasiones, viajes siderales, tecnocracias distintas y distopias distintas . Pero lejos de las meditaciones filosóficas sobre el Ser y el Res de “2001, Odisea del Espacio”(Kubrick,Y también.U.,1969) o “Solaris”(Tarkovsky,Rusia,1972) y las esporádicamente estridentes intrusiones alienígenas del sci- fino cincuenta, aparece un punto intermedio parece ser nutrido de las hazañas heroicas de la antigüedad donde el importancia recae sobre lanzados paladines quienes, con ardoroso empuje, se vuelven salvadores causales o casuales en hetereogéneas compañías que van desde los familiarizados rescates de doncellas hasta la resolución de complejos enfrentamientos que ponen bajo riesgo la integridad del cosmos como lo conocemos, permutando la frecuente montura equina por excelentes naves y también invariablemente haciéndose de Némesis con oscuras y megalómanas características, todo sin desatender un cierto sentido del manejo dramático en ocasiones y motivaciones. Esto y mucho más es el space trabaja, la forja de una mitología novedosa para las audiencias amamantadas de la posmodernidad y considerablemente más indulgentes en el consumo de narrativa.

Los progenitores de estas modernas sagas intergalácticas coinciden en sus raíces pulp y aceptación masiva en los medios impresos: Flash Gordon y Buck Rogers, mesías involuntarios en sus mundos propios (el primero un tiranizado mundo Mongo y el segundo la Tierra pero en el Siglo 25) capaces de sugerir una opción alternativa tanto ideológica como vivencial merced a su condición de humanos en un ambiente foráneo, tal como una férrea intención de supervivencia que les afianza como líderes de sus justicieras causas. En la situacion de Flash Gordon, su imagen se volvió perenne gracias primero a los seriales de los 30’s estelarizados por el otro tiempo Tarzán Buster Crabbe, varias series animadas y la mítica cinta de 1980 donde el terrícola Flash (interpretado por Sam Jones, exjugador de fútbol americano, muy visible en su obscura interpretación) es el personaje titular quien, acompañado del all-american girl Dale Arden (Melody Anderson) y el doctor Zarkov (Topol), tratará de frenar los intentos de Ming , El Sin corazón ( Max Von Sydow!) por apoderarse la Tierra. Un sonadísimo tema de Queen y una escenificación retrocampo reminiscente en su versión de tira cómica lograron detectar la cinta en el panteón del culto. Suerte diferente padeció Buck Rogers, que asimismo tuvo su serial en 1939 y, por añadir insulto a la injuria, asimismo protagonizado por Buster Crabbe, minando identidad al personaje. Encima, en 1951 surgió un símil de bajo presupuesto llamado “Capitán Vídeo, Dueño de la Estratósfera”, el que plagiaba varios de los elementos visuales y temáticos que distinguían a Buck. La maldición se extendió hasta los setenta con una pobre adaptación televisiva que padecía un pésimo actor como titular: Gil Gerard. La serie no superó la segunda temporada, pero los productores, a sabiendas de que el público mexicano soporta de todo, estrenó en cines patrios al conduzco de la serie en 1979. Aquí salió directo al Cine Colonial.

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